Un paciente acudió a consulta después de haber sufrido un ictus, dejando unas lesiones de hemiplejia muy severas, era totalmente dependiente de su mujer, porque tenía que ayudarle con todos los movimientos. Se sentía muy decepcionado porque el médico le había comentado que no iba a poder volver a andar, ni ponerse de pie. Estaba llorando todo el día y no tenía ilusión. Le comenté que el cerebro tiene una capacidad de adaptación que podriamos trabajar, pero sin darle la seguridad, ya que estaba muy mal, pero como sanitario tenía ayudarle y hacer todo lo que estuviera de mi mano para que mejorase.